miércoles, abril 15, 2009

Día 622, miércoles

"Fueron tiempos terribles. Tuve una fuerte depresión después de la muerte de mi madre. Ella había sido la única persona con la que viví durante muchos años. Me quedé solo en la casa familiar y cargué sobre mis hombros todo el peso del funeral. Por si fuera poco, el trabajo en la revista nunca paraba. El dinero era necesario para vivir. Un día pedí vacaciones y me fui a descansar a La Habana. El viaje estuvo bien, me dio tiempo para pensar y leer algunos libros. El último día de mi estadía decidí dar una vuelta por el malecón. El cielo era azul, no se vislumbraba una sola nube en el horizonte y todo gozaba de una magnífica luminosidad. Fue entonces cuando lo vi. Vestía unos pantalones cortos de jean y entonaba canciones acompañado con una gitarra. Apenas lo vi, supe que era una persona distinta a todas las que había conocido. Era flaco, sumamente flaco, casi tuberculoso, su pelo le llegaba hasta los hombros y era negro, muy negro. Su mirada escondía a todas luces cosas de las que yo no tenía ni idea. Era libre como sólo una persona atrapada en Cuba puede serlo. Me pidió dinero cuando pasé junto a él. Era muy joven, no debía tener más de 23 años. Le di un par de dólares. Carlos agradeció con una venia, se guardó los billetes y se puso a cantar otra vez. Le pedí permiso para tomarle una foto. Dijo que eran otros dos dólares. Se los di. Desde hacía ya un buen tiempo, no permitía que nadie me tomara una foto. No eran ínfulas a lo D. J. Salinger, simplemente era ser consciente de lo mal que me veía en las fotos. Era la vanidad a la inversa. Carlos se puso a tocar la guitarra y posó para unos tres retratos. Lo invité a un bar. Carlos aceptó, cargó su gitarra en la espalda y nos dirigimos a un local cerca de Varadero. No había salido mucho del balneario, por eso no había visto muchos chicos como Carlos. Esa noche lo logré meter a la cama por unos cuantos dólares y la promesa de sacarlo de Cuba de alguna bizarra manera. No fue fácil encontrar un sitio donde cachar. Ser homosexual en Cuba es ser contrarrevolucionario. Por eso fuimos a un hotel de mala muerte que me cobró el doble de una noche en la suite cinco estrellas en la que me hospedaba. Al día siguiente, me fui de La Habana con la intensión de sacar a Carlos de ahí cueste lo que cueste. En Miami, contacté a una mujer que me cobraba unos cinco mil dólares por sacar a una persona de la isla. No lo dudé mucho antes de pagar la suma. Eran unos tres años de trabajo y el dinero lo tenía estacionado en el banco. Fue entonces cuando caí en la cuenta de que estaba enamorado. Así que traté de tomarlo de la mejor manera posible. Mi madre había muerto y yo era una persona sola en el mundo. Carlos era un cubano tratando de salir de Cuba. Mientras esperaba que él llegara ilegalmente a Estados Unidos, comprendí que todo tenía sentido. Fantaseaba con la nueva vida que estaba comprando. Las mañanas grises de Lima con la persona que yo amaba al costado. Los huevos fritos con arroz que comeríamos los días que no quisiéramos salir de casa. Lo bien que me haría escuchar el acento cubano de Carlos retumbando por toda la habitación. Sin embargo, Carlos nunca llegó al hotel. Al día siguiente busqué furioso a la mujer que, pensaba, me había estafado cinco mil dólares. No fue fácil dar con ella, pero cuando por fin la encontré dijo que mi primo (le había dicho, lógicamente, que Carlos era mi primo, no mi amante) había llegado a Miami y había ido directamente a casa de su familia. Los días siguientes intenté por todos los medios posibles hayar algún posible pariente de Carlos en Estados Unidos. Fueron días perdidos. Cuando me di por vencido, regresé a Lima con la firme misión de acabar con mi triste existencia."